Sin el placer que la
gastronomía de Ibiza puede proporcionar al sentido del gusto, no puede concebirse la práctica de un turismo hedonista. Muchos de los restaurantes poseen un valor añadido que los hace mucho más atractivos que los de cualquier otro entorno turístico: su ubicación. Existen muy pocos lugares en el mundo que estén repletos de restaurantes deliciosos, en los que se puede comer con los pies descalzos sobre la arena, a la sombra de una muralla renacentista o en una romántica y escondida granja en mitad del campo.
El mar, además, proporciona un surtido fabuloso de pescados y mariscos, que se pueden degustar nada más salir del mar y con pocos aditivos. Los bosques también ofrecen sorpresas inesperadas, como los deliciosos rovellones que proliferan a la sombra de los pinos o los espárragos verdes que crecen anárquicamente en los márgenes de los senderos.
Esta tradición gastronómica es sin duda una herencia valiosísima que el Gobierno de Ibiza quiere proteger a toda costa, promocionándola entre las personas que visitan la isla y apoyando la producción de alimentos ecológicos y artesanos, que continúen suministrando materias primas exquisitas a los mercados, restaurantes y hoteles.
